Sin síntomas que la delaten, la hipertensión es la principal causa de infartos e ictus. Y es, junto a la obesidad, la gran epidemia del siglo XXI.
La hipertensión arterial es una patología crónica que cursa sin síntomas y que consiste en un incremento de la presión arterial. Contado así, no parece muy peligrosa, pero la hipertensión está en el origen de muchas enfermedades cardiovasculares –la primera causa de mortalidad en España– y puede acarrear complicaciones graves como infartos o hemorragias cerebrales si no se controla: los hipertensos tienen 6 veces más riesgo de infarto cerebral; también aumenta en un 70% el riesgo de deterioro cognitivo y el de demencia vascular, la segunda causa de demencia en adultos tras el alzheimer.
En Chile, según la encuesta nacional de salud 2016-2017, la prevalencia de hipertensión arterial nacional fue de 27,6%, siendo 27,5%, en hombres y 27,7% en mujeres, de estos pacientes solo se encuentran en control un 33,4% a nivel nacional. Un drama, porque la hipertensión es una patología fácilmente controlable si se siguen las recomendaciones de los especialistas. Las principales se refieren a la modificación de los hábitos de vida y a la instauración de unas prácticas saludables.
Entre ellas, el doctor José Luis Palma, vicepresidente de la Fundación Española del Corazón, hace hincapié en cinco: descansar correctamente y evitar las situaciones que causen estrés; adherirse a la dieta mediterránea, la más cardiosaludable; consumir dos litros de agua al día; reducir o eliminar el consumo de sal, alcohol y tabaco; y practicar algún deporte. Pero hay una sexta práctica sobre la que descansa todo: el control regular de la presión arterial. En el entorno de 120/80 mmHg, la presión arterial es normal, sobre 140/90 mmHg estamos hablando de una hipertensión arterial en toda regla que requiere tratamiento y vigilancia.
Aunque los documentos sobre la hipertensión se remontan al 2600 a.C., el primer autor que realizó un exhaustivo estudio sobre ella fue el clérigo inglés Stephen Hales en 1733. La primera descripción de la patología la realizó el científico inglés Thomas Young en 1808. Pero fue ya en el siglo XX, en 1925, cuando Otto Frank acuñó el término 'hipertensión esencial' para describir la presión arterial que no posee causa específica. Tras la Segunda Guerra Mundial, las farmacéuticas comenzaron a investigar productos frente a ella y en los 70 se comenzaron a utilizar diuréticos con características hipotensoras.
Sin síntomas que la delaten, la hipertensión es la principal causa de infartos e ictus. Y es, junto a la obesidad, la gran epidemia del siglo XXI.
La hipertensión arterial es una patología crónica que cursa sin síntomas y que consiste en un incremento de la presión arterial. Contado así, no parece muy peligrosa, pero la hipertensión está en el origen de muchas enfermedades cardiovasculares –la primera causa de mortalidad en España– y puede acarrear complicaciones graves como infartos o hemorragias cerebrales si no se controla: los hipertensos tienen 6 veces más riesgo de infarto cerebral; también aumenta en un 70% el riesgo de deterioro cognitivo y el de demencia vascular, la segunda causa de demencia en adultos tras el alzheimer.
En Chile, según la encuesta nacional de salud 2016-2017, la prevalencia de hipertensión arterial nacional fue de 27,6%, siendo 27,5%, en hombres y 27,7% en mujeres, de estos pacientes solo se encuentran en control un 33,4% a nivel nacional. Un drama, porque la hipertensión es una patología fácilmente controlable si se siguen las recomendaciones de los especialistas. Las principales se refieren a la modificación de los hábitos de vida y a la instauración de unas prácticas saludables.
Entre ellas, el doctor José Luis Palma, vicepresidente de la Fundación Española del Corazón, hace hincapié en cinco: descansar correctamente y evitar las situaciones que causen estrés; adherirse a la dieta mediterránea, la más cardiosaludable; consumir dos litros de agua al día; reducir o eliminar el consumo de sal, alcohol y tabaco; y practicar algún deporte. Pero hay una sexta práctica sobre la que descansa todo: el control regular de la presión arterial. En el entorno de 120/80 mmHg, la presión arterial es normal, sobre 140/90 mmHg estamos hablando de una hipertensión arterial en toda regla que requiere tratamiento y vigilancia.